Adolescencia y violencia
José Velasco Toro | Tiempo de Veracruz | enero 31, 2011 at 5:19 PMPor: José Velasco Toro
En reciente artículo publicado en la revista Ciencia y Desarrollo, número 236 que corresponde al trimestre noviembre de 2010 a enero de 2011, y cuyo título es “Adolescente en conflicto con la ley”, cuya autora es Raquel Olvera Rodríguez, se analizan los factores que inciden en la violencia y el delito juvenil en el contexto del Distrito Federal.
De los elementos implicados y relacionados, dos llaman nuestra atención, sin que desde luego sean los únicos aspectos que influyen en el desarrollo de causales de la violencia y el delito en adolescentes. Uno es la violencia en el seno familiar; el otro refiere a los motivos de deserción de la escuela.
De acuerdo con los datos que proporciona la autora, realmente es alarmante el nivel de violencia familiar que afecta a los hijos, violencia proveniente y que involucra tanto al padre como a la madre. Tres son los rostros de esa violencia: el maltrato por negligencia o abandono, maltrato emocional y maltrato físico. De entre esos factores, resalta el maltrato emocional como el más frecuente; maltrato que si bien proviene de ambos padres, presenta mayor incidencia el proveniente de la madre. Le sigue el maltrato físico, también, paradójicamente, en porcentaje mayor de parte de la madre que el ejercido por el padre.
El segundo aspecto implicado es la deserción escolar a nivel de secundaria. Dos son los variables que se identificaron como causa: por inserción en el ámbito laboral que comprende el 44% y por falta de interés que suma el 56%. Si tomamos en cuenta que normalmente la adolescencia trascurre ente los 12 y 15 años, ambas cifras resultan alarmantes porque hablan de un creciente número de sujetos en edad adolescente que por razones económicas abandonan la escuela y, aún peor, por razones de apatía.
Significativo resulta, por otra parte, el hecho de que ese universo de adolescentes que se alejan de la escuela como alternativa de vida y que poseen alguna razón de conflicto, provienen de todos los niveles socioeconómicos. Es sorprendente que en el nivel bajo se encuentra el 6%, mientras que en los otros niveles el porcentaje es considerablemente mayor: en el medio representa el 25%, en el alto aumenta al 27% y en el muy alto también se ubica en el 25%.
Es claro que la violencia cruza todos los niveles socioeconómicos y que un mayor ingreso no necesariamente refleja una mejor y mayor preparación cultural. La cuestión es que la violencia familiar es una de las determinantes de la conducta violenta y delictiva del adolescente. Los niños son capaces de establecer, desde el primer año de vida, las relaciones causales y a partir de los cuatro años comprenden la relación entre creencia y modo de vida. Si en casa son víctimas y presencian violencia emocional, psicológica o física, establecerán, indudablemente, correlaciones entre acciones y conducta, creencias y pensamiento impulsando, durante la adolescencia, hacia una conducta que ha sido aprendida durante la niñez.
Cuando se aprende, el sujeto cambia literalmente su actitud con respecto a la nueva información e implica una nueva relación de carácter conductual. Si el niño aprende de sus padres la manipulación emocional, la reacción de ira manifestada en violencia física y psicológica, además de vivir en un entorno criminológico propicio para ser enrolado en actos contra las normas sociales, es probable que al llegar a la adolescencia incurra en comportamientos violentos como lesiones, homicidio, privación de la libertad, violación y robo.
La violencia en México es múltirelacional. En el seno familiar se gesta buena parte de ella, de ahí que sea urgente impulsar programas realistas e intensos para reeducar a padres, y a la ciudadanía en general, rescatando y evitando que futuras generaciones sean víctimas de sus victimarios que también, en su niñez y adolescencia, vivieron una situación de violencia que imprimió en su conducta los patrones que llegan a reproducir de adultos.