La historia y la verdad
Guillermo H. Zúñiga Martínez | Tiempo de Veracruz | enero 14, 2011 at 10:33 PMPor: Guillermo H. Zúñiga Martínez
Hace unos días, mi amigo el doctor Salvador Valencia Carmona, tuvo la gentileza de hacerme llegar un presente muy grato; se trata del libro “200 años de la Historia de la Música en México”, cuyos autores son Jesús Flores y Escalante y Pablo Dueñas. La edición es realmente atractiva, desde el empastado se nota la calidad de los materiales utilizados para su impresión; el diseño de la portada y el logotipo se deben a Carlos Green. La obra escrita se complementa con cuatro CDs que contienen cien grabaciones originales, incluyendo el primer registro fonográfico del Himno Nacional Mexicano, en 1908.
Su lectura es excepcionalmente amena; los autores desplazan su imaginación desde los primeros descubrimientos para grabar los sonidos y fundamentalmente la voz humana; en consecuencia, recuerdan a Thomas Alva Edison, Alejandro Graham Bell y por supuesto, al Alemán radicado en los Estados Unidos de Norte América, Emile Berliner.
El trabajo nos conduce al conocimiento del primer dictáfono; describen la importancia de la victrola y dibujan el paso que se dio para cambiar los cilindrospor el disco horizontal. La investigación que realizaron fue estupenda y su fuente principal se localiza en la Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos y en las primeras empresas disqueras que llegaron a nuestro país para iniciar el gran negocio que ha resultado ser esa industria.
El libro lo devoré; son una delicia,raros e interesantes, algunos datos publicados y que habían permanecido en el olvido. Ni idea remota tenía que el señor Carlos Marmolejo fuera el pionero del mariachi en la ciudad de México y, así como el nombre de ese artista, muchos que jamás se habían presentado ante mi flaca memoria, como el del barítono Rodolfo Hoyos o el del dueto formado por José Rubio y Juan R. Martínez, así como Vicente T. Mendoza, que destacó por sus estudios sobre los corridos de la Revolución. También me enteré que el autor de “Morenita Mía” fue el neoleonés Armando Villarreal.
En fin, mencionancelebridades que tuvieron su momento y que fueron reconocidas por todos aquellos que los admiraban al escuchar los sonidos de las famosas orquestas o las voces de hombres y mujeres que hicieron época. Me gustó encontrar en esta investigación las siluetas y canciones de Ana María Fernández y Toña la Negra, el tono de esta última realmente armonioso e insuperable.
Páginas adelante descubro el testimonio sobre Jorge Negrete, a quien ponderan como charro cantor y actor consumado en la película “Ay, Jalisco no te Rajes”, en la cual también participa la inolvidable Lucha Reyes. El texto prosigue citando glorias, publicando fotografías, señalando orquestas, tríos, solistas y a la mayoría de artistas conocidos por quienes pertenecemos a la tercera edad; así es que no faltan Javier Solís, Vicente y Alejandro Fernández, María Victoria, el Mariachi Vargas de Tecalitlán,Tin Tan, María Félix, Ignacio López Tarso, Octaviano Yáñez y sus danzones, Abundio Martínez, autor de valses bellísimos, etc.
Vale la pena el libro, pero cuando lo terminé de revisar me di cuenta de que se les había escapado un nombre, para mí fundamental en la difusión de la música popular e inventor del bolero ranchero –quien fue autodidacta porque solamente cursó hasta cuarto año de primaria-, porque ni por descuido se cita a Pedro Infante, quien sigue siendo auténtico ídolo popular; mi extrañeza fue más allá cuando se menciona a cantantes como Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez, Angélica María, Pepe Jara, Marco Antonio Muñiz, Armando Manzanero, y otros más, pero al héroe de Huamúchil, ni una palabra y menos una foto.
Ignoro si fue la mejor voz pero, con el consejo de Ismael Rodríguez, Infante no tan sólo cantaba, sino actuaba sus interpretaciones y por ello obtuvo éxito notable en su tiempo y hasta la fecha. Lo que me preguntaba es el motivo de la omisión y mi primera conclusión consistió en que a los autores el sinaloense nada más no les caía bien, pero porqué dejar fuera de las páginas de ese libro a unverdadero cantante que hace todavía las delicias de muchos fans. No lo entendía hasta que volví a leer la exposición y la razón es de carácter comercial:ellos hicieron el trabajo para Columbia y RCA Víctor y el dueño de la voz dulce y sentimental grabó para la empresa Peerles.
No es posible admitir que la historia se rija por un mandato comercial; eso es faltar a la objetividad y apartarse de las normas éticas que está obligado a seguir cualquiera que ose llamarse investigador, pero en este trabajo como en muchos otros, puede más el dinero y las marcas que la verdad.
El título del libro debió haber sido “200 años de la Parcial Historia de la Música en México”.