Propósitos loables e hipocresías.
Jorge E. Lara de la Fraga | Tiempo de Veracruz | febrero 23, 2011 at 9:56 PMESPACIO CIUDADANO
Por: Jorge E. Lara de la Fraga.
“… descubrí que mis únicos adversarios son mis propias debilidades…”
Considero que todos anhelamos un mundo de fraternidad, donde tanto creyentes – de las diversas iglesias y variantes – como no creyentes, amalgamen pensamientos y sentimientos de mejoría general y de proyección humanitaria. Al respecto recuerdo al Papa Juan XXIII (el Papa Bueno), que en una de sus intervenciones en los años 60 preconizaba que podían convivir tanto cristianos como marxistas en derredor de proyectos positivos y de programas encomiables. Lo que enfrenta a los seres humanos son sus flaquezas morales, sus egoísmos y sus banalidades. Lo deseable es que como comunidad pensante retomemos el rumbo de la tolerancia y nos identifiquemos con civilidad. El homo sapiens del siglo XXI es el mismo en todas partes, tanto en América como en el resto del Orbe y todos estamos expuestos a los dictados de la madre naturaleza. Más que pensar en una existencia supra terrena, bien valdría la pena que todos nos pusiéramos a reflexionar en el valor de la vida objetiva, la que se desarrolla día a día ante nuestros ojos, a efecto de mejorarla para bien de nuestros inmediatos y para nosotros mismos.
Resulta común la situación de personas que se escudan en poses místicas y se exhiben bondadosas hacia el prójimo, pero a la hora de la verdad sólo cubren hipócritamente las apariencias. Sería saludable que cada uno de nosotros se hiciera su propia evaluación y se calificara a la luz de sus hechos, sin permitir en ese autoanálisis la presencia de “la doble moral”, donde las aseveraciones se contraponen a los sucesos. Por ese camino bien se podrían superar aberraciones, como el de ver “la paja en el ojo ajeno y no observar la viga en el propio” o el de ser bastante complaciente con el proceder personal, pero operar como inflexible fiscal con los demás. De manera muy particular analizo, a manera de ejemplo, cuando “personas notables” se escandalizan sobremanera por lo que efectúan determinados vecinos o conocidos y ellos se sitúan al margen de las debilidades mundanas, enarbolándose como faros de las virtudes y atreviéndose a emitir sanciones para los infractores, en el marco de reglas morales ortodoxas.
Seres supuestamente virtuosos pontifican en abstracto el sentimiento de perdón y de fraternidad, pero a la hora de las determinaciones reaccionan de manera cruel y arbitraria contra los demás. Hablan de ofrecer la otra mejilla, pero en el momento decisivo son los sádicos implacables. Los grandes novelistas han aprovechado a las mil maravillas esa condición humana veleidosa y contradictoria; en sus principales personajes pintan de cuerpo entero las virtudes y las deficiencias del ser pensante, particularmente de esos “pináculos de excelsitud” que se ostentan como modelos a seguir y que en su quehacer cotidiano se proyectan soberbios, mezquinos y envidiosos.
Por otra parte, nadie debe pensar en un premio por portarse bien; hay que proceder con sentido ético en todo momento y con ello estaremos como personas y como colectividad aportando algo extraordinario al momento en que nos ha tocado vivir. Si tomamos como nuestros faros de conducta principios y valores generales reconocidos por todos, como la justicia, la igualdad, la tolerancia, la honradez y la filantropía, estaremos en el contexto de una existencia buena que nos redituará singulares dividendos. Basta ya de hipocresías y de individualismos sin sentido; las circunstancias presentes demandan de los hombres y de las mujeres conductas honestas, ofreciendo la cara a las situaciones complicadas y entendiendo por sobre todas las cosas que una sociedad envuelta en falsedades únicamente produce sujetos temerosos, a críticos y también entes fanáticos.