Tareas ¿martirio o deleite?

Guillermo H. Zúñiga Martínez | Tiempo de Veracruz | febrero 18, 2011 at 11:02 PM


Por: Guillermo H. Zúñiga Martínez

Desde siempre, los mentores de educación básica, media superior y superior, para complementar las enseñanzas, son dados a exigir que sus alumnos cumplan un cúmulo de tareas que son -en los términos más estrictos- sinónimo de castigo o reprensión.

Quién no recuerda que, alguna vez, al escribir mal una palabra o realizar incorrectamente una operación matemática, se le hacía sentir su error y se le conminaba a elaborar planas enteras para fijar el conocimiento y enmendar el gazapo.

Por otra parte, al término de las sesiones académicas, se acostumbraba -y se sigue haciendo- dejar trabajos para realizar en casa, ya sean dibujos, modelado, lecturas y todo esto relacionado con los planes y programas de estudio; en fin, por lo general los alumnos las consideran  cargas y como algo que se tiene que hacer en forma obligatoria porque al reanudar las labores lo primero que hacen los profesores es revisarlas, por lo cual no exagero al afirmar que los aprendientes rechazan sinceramente esas imposiciones muchas veces ilógicas y que se aplican para salir del paso, por lo cual el aprendizaje autónomo no se ejerce persuasivamente, sino como algo inaceptable dado que son verdaderas presiones.

Este panorama tiene que cambiar necesariamente; es una expectativa que debe ser analizada por los mentores, por cada conductor del aprendizaje para mutar el concepto de exigencia o condena por el de deleite o disfrute y, además, como una revelación en los hallazgos que,  por sí mismos, pueden alcanzar los educandos.

Hace falta una verdadera sistematización para convencer a los alumnos de atreverse a hurgar, investigar hasta hacer de su propiedad la sabiduría o la elaboración de objetos producto de la habilidad de sus manos, por lo que estimo que el término “tareas” debe desaparecer del lenguaje pedagógico para sugerir acciones que conduzcan hacia la satisfacción plena de los estudios realizados en forma personalizada, lo cual implica conocer de manera profunda las voces interiores de los estudiantes y respetar sus predilecciones; en otras palabras, el quehacer domiciliario debe basarse en las preferencias de cada uno de ellos para que sean resultado de su trabajo.

Imaginemos: en un grupo heterogéneo,  algunos realizan actividades estéticas y otros demuestran que han encontrado por su empeño, aptitudes más elevadas en matemáticas o que haya discípulos que les encante dibujar significativamente aspectos de carácter biológico,  por ejemplo la forma de las células, el cuerpo humano, o los distintos sistemas y funciones, pero no faltarán quienes informen haber practicado ejercicios físicos o que se están superando en natación, volibol, atletismo o en distintas actividades; también habrá quienes lleguen con una descripción literaria o una composición poética y los que demuestren su técnica en la ejecución de algún instrumento musical. Estas acciones, ejercidas con toda libertad, pueden conducir hacia el descubrimiento de escolares abúlicos cuyos intereses no afloran, pero su personalidad ha de respetarse.

Con base en lo anterior, las actividades extraescolares tienen que ser un equivalente a  gusto,  goce, autosatisfacción y, además, punto de partida para el encarrilamiento de las diversas vocaciones que podrán manifestarse tanto en la educación media como media superior y superior.  En materia educativa, el interés y la libertad deben originarse en el más elevado sentido de la expresión, porque auto-educarse es aprender por uno mismo y asumir la responsabilidad del crecimiento intelectual y emocional.

Es obvio que para llevar a cabo estas reflexiones y colocarlas en la práctica, se necesita orientación y una decisión gubernamental porque hasta la fecha seguimos con las tareas como símbolo de correctivo y además con la obligatoriedad de aprehender y asir el conocimiento que reclaman los responsables del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Estoy seguro de que, cuando se logre englobar esas acciones en el ámbito de las inclinaciones naturales de los colegiales, con la ayuda de los padres de familia, transformaremos el panorama nacional porque cada aprendiente se estará haciendo responsable de dar más de lo que puede, más de lo que le exigen en la institución y demostrar  sus diferentes capacidades.

Estas nuevas tendencias son las que se están buscando con base en  la nueva pedagogía social que está caminando hacia la transformación de existencias y dejar  libertad para que cada quien encuentre su camino en el crecimiento infinito del saber.

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