Historia abreviada de las columnas portátiles
Atticuss Licona | Tiempo de Veracruz | marzo 3, 2011 at 10:16 PMDIARIO ÍNTIMO
Por Atticuss Licona
Ya sé, el que haya leído la “Historia abreviada de la literatura portátil” de Enrique Vila-Matas debe estar pensando que me fusilé el título (ni hablar, no se puede con tanto mal pensado en este México). Entre los columnistas mexicanos hay una sociedad secreta que crece día con día, gana adeptos y delimita su campo de acción entre los espesos pastos de la política. Pertenecer a la sociedad no es fácil, hay que tener un ojo providencial para leer entre líneas las invitaciones de los miniaturistas, invitaciones que pueden venir en forma de edictos perdidos en una página policiaca o hasta en los crucigramas y anuncios clasificados de los periódicos. En ellos, analizando, se pueden encontrar las pistas necesarias para ubicar los centros de reunión, los días y hasta la indumentaria requerida (riguroso coctel martes y jueves, y casual los viernes).
Pertenezco a esa sociedad secreta, y aunque piense que al ofrecerme descampado con esta revelación estoy rompiendo las reglas básicas de toda sociedad secreta, no es así. Todos los columnistas portátiles (columnas pequeñas y que aspiran a ser leídas en un santiamén) tenemos dos nombres, el nombre corto (en mi caso Usted ya lo conoce) y un nombre largo, que es el que en realidad importa y que nos distingue evitando homonimias incómodas. Lo anterior, sin embargo, crea una gran paradoja increíblemente complicada: aspiramos a columnas portátiles pero nuestros nombres ocultos son extensos como biblias.
No obstante, he llegado a la conclusión (como alguien también llegó en la novela de Vila-Matas) que toda sociedad secreta que aspire afanosamente a convertirse en una pujante Conspiración, debe tener entre sus filas a un traidor. No aspiro a serlo. Sé que alguien mejor preparado que yo alguna vez lo será, yo sólo aspiro a allanar el camino necesario. Alguna vez llegué a pensar que Germán Dehesa sería quien finalmente se decidiera a traicionar a la Sociedad, pero tuvo a bien morirse antes de hacerlo. De Catón no espero nada, sus chistes son cada perfectamente más portátiles, lo veo muy mullidamente instalado en la cumbre del movimiento miniaturista, pues aspira, dicho sea de paso, al chiste más corto del mundo, aquél que deje toda su columna en blanco y que con un solo símbolo, sin necesidad de formar significado, destornille de risa al país y pase con eso a formar parte de los Célebres Columnistas Portátiles que yacen sin morir en la Rotonda de los Columnistas Portátiles Ilustres.
Sin embargo, no todo está perdido, tengo basadas mis últimas esperanzas en López Dóriga, lo estoy convenciendo a base de insulsos chocolates blancos a que por fin detone la Conspiración de los miniaturistas portátiles. Estoy cansado, debo confesarlo, la obsesión que nos consume a los miniaturistas por meter toda una columna en un grano de arroz es agotadora. Si usted, apreciable lector lectora, se considera columnista, portátil y ha sido lo suficientemente sagaz para leer entre líneas la ubicación de la próxima reunión, y si está dispuesto a pertenecer a una Sociedad en cuerpo y alma y sacrificarse posteriormente para instigar la Conspiración, allá lo veo, hermano portátil.
Podría ser… sólo podría ser… que incluso hasta el propio Reynaldo Escobar sea el portátil esperado, porque no cualquier político con tan pocas palabras pone a todo un Estado de cabeza. Con lo último que dijo a la prensa se podría se podría comenzar la definitiva antología de lo poderosamente portátil: “voy a recorrer todo el Estado y van a ver toda la porquería que va salir”.
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