Memoria histórica y pueblos autóctonos
José Velasco Toro | Tiempo de Veracruz | marzo 28, 2011 at 1:40 PMPor: José Velasco Toro
Navegando con la brújula de la lógica borrosa, es decir, de la percepción, comprensión y manejo de reglas en paralelo para ubicar y relacionar diversas variables, percibir información, dar respuesta y ponderar resultados, me introduzco en la percepción del tiempo de San Agustín. En Confesiones reflexiona que no debería decirse que tres son los tiempos en el devenir de la humanidad: pasado, presente y futuro. Por el contrario, debería de hablarse del presente del pasado, presente del presente y presente del futuro.
Para San Agustín, estas tres formas existían en el alma: el presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la intuición, el presente del futuro es la espera.
La importancia de la memoria, como copertenencia de la colectividad y del individuo, es necesaria para temporalizar el orden de los hechos del pasado y hacer presente la memoria. Al hacerlo generamos, desde el presente, el conocimiento de la Historia dándole al presente la memoria del pasado que adquiera su potencial matriz en la totalidad cultural. Este ir hacia el pasado desde el presente para dotar al presente de memoria, recurre a un movimiento en bucle donde la intuición del presente nos remite a las dimensiones del proceso cognitivo, el contenido cultural y los correlatos de la incertidumbre que detonan la reflexión hacia el futuro, paradójicamente apoyada en la memoria del pasado.
¿Por qué este reconectar presente con la reflexión pasada de San Agustín? La idea es el intento de reconectar el principio de la memoria histórica como pertenencia del Ser, pues al pensarse hacia atrás abre el sentido de la vida hacia adelante. Y es así porque remite a la experiencia concreta e ineludible de la existencia. La Historia no es una mera abstracción mental que se limita a la pregunta de cómo fue o cómo ocurrió algo; por el contrario, la memoria histórica va más allá porque es la afirmación de haber sido en el soy, aspecto sustantivo de la existencia que contiene la identidad y el potencial necesario para el porvenir.
Conservar y recobrar la memoria desde la propia cultura, es potencializar el haber sido para potencializar el soy y visualizar otras posibilidades de sentido a la vida hacia el futuro. Idea nodo que me permite interaccionar, ahora desde el ciclo cósmico, con el extraordinario esfuerzo creativo e intelectual realizado por Jan De Vos y plasmado en su obra: Lakwi. Nuestra Raíz”. (Traducción al Cho´l de Tila por Juan Jesús Vázquez Álvarez, CIESAS-Clío, México, 2001).
Hace tiempo que leí este libro, y al recordarlo, al hacerlo presente en mi memoria, se detonaron buena parte de las ideas aquí reflexionadas. ¿Por qué es fundamental y me parece un parte aguas esta obra?
Recordemos que la conciencia histórica proyecta la visión ideológica, construida con una base teórica de la cultura dominante, la que impone en su relación con las otras culturas, tanto las precedentes como las contemporáneas. La historia nacional proyecta y subsume en la mentalidad colectiva, la visión ideológica del liberalismo y la representación de imágenes y procesos que exaltan la homogeneidad cultural contra la diversidad y existencia de identidades de filiación cultural propia. Por ejemplo, la representación que se proyecta del indio novohispano, es una visión tutelar; la representación que se reproduce de los pueblos indígenas contemporáneos, es de minoría subordinada y marginal y su cultura es denigrada al reducirla a una mera práctica de “tradición” y “costumbre”.
En la “historia oficial” y nacionalista, sólo interesa la gloria de las naciones prehispánicas. El indígena (concepto construido en el siglo XIX) novohispano y decimonónico, y por ende el contemporáneo, fueron despojados de su historia e insertados en la historia nacional como pueblos a los que había que redimir, pero no restituyéndoles su Ser, sino acabando con su humillación, humillándolos más mediante su asimilación cultural, social y económica en pos de un ideal de la homogeneidad nacional.
La obra de Jan De Vos busca redescubrir el Ser histórico originario de los pueblos indígenas y explicar el trascurso histórico de Chiapas, con una visión multicultural que da sentido al recuerdo del pasado al transformarlo en memoria del presente y abrir la posibilidad al proyectarlo hacia el futuro. Su título así lo refleja: Lakwi. Nuestra Raíz. Raíz que sustenta el árbol Cósmico, Raíz que alimenta al mito, Raíz que penetra en la Madre Tierra, Raíz que se ramifica en la esencia multicultural, Raíz que es relación y vida.
¿Qué fue lo que hizo Jan de Vos? Simplemente seguir el método histórico de codificar la información disponible, analizar los acontecimientos en perspectiva diacrónica y narrar una estructura sincrónica de relaciones percibidas. La cuestión es cómo lo hizo. Y aquí radica su importancia.
Sus fuentes: ver lo que vemos con otra mirada; con la mirada de la autoctonía buscando trastocar la visión de la egolatría occidental que exalta la historia oficial. Testimonios arqueológicos, datos documentales, tradición oral, crónicas, pero sobre todo lengua, mitos, organización para la vida, relaciones topológicas, ritmos temporales, vínculos con la naturaleza, en fin, lo propio y lo extraño vuelto propio que al verlo y leerlo desde otra mirada, adquiere cualidad de dato histórico y al comprenderlo descubre las relaciones que le conducen por los rumbos de la historicidad, paso mediador hacia la explicación y narración histórica.
Su dimensión temporal y espacial: el ciclo cósmico solar que es día y tiempo, movimiento del devenir ordenado y dinámica del espacio que es naturaleza, casa, lugar del vivir y del morir. La cronología maya renace para darle sentido a la historicidad del tiempo y constructo diacrónico que proporciona una imagen de la sucesión de los cambios en los hechos y acontecimientos ocurridos a lo largo del desenvolver de los pueblos y naciones autóctonas.
La trama, significado sincrónico del relato histórico, narrativa engarzada en la dinámica diacrónica maya desde la cual organiza y da secuencia al relato para explicar lo “sucedido” como un proceso de relaciones que le permiten presentar “lo que sucedió”.
El lenguaje retoma categorías de las culturas originarias que son contenedoras de la visión del mundo y de la vida, colocando a la narración en lengua indígena, en la sincronía de identidad colectiva, fundamento del pensamiento autónomo y base de la libertad.
Cuatro dimensiones fundamentales en el historiar cuyo rumbo se alimenta, se sustancia de la visión del mundo y de la vida reapropiada y redescubierta del Ser Maya. Su concepción historiográfica dibuja y colorea la operación narrativa que articula ciclo cósmico, naturaleza y, sobre todo, lengua como “lenguaje del devenir” y comprensión renovada que coloca el conocimiento pretérito en el centro de la acción por venir.
En este sentido, va más allá de la simple identificación de las características de los seres protagónicos del campo histórico; y si bien su narrativa tiende hacia la construcción de generalizaciones, su finalidad, o tal vez vale decirlo, su atención no está puesta en los elementos individuales protagónicos, sino en el recuerdo como proceso de integración que coliga el pasado y el presente multicultural.
Al hacerlo retoma el continuo de la memoria soterrada y la eleva a conocimiento. Un conocimiento del mundo presente redimensionado desde el pasado que sustenta una diferente visión del mundo y de la vida, que ya no es la del dominador, y posiciona la praxis social multicultural al prefigurar una nueva percepción mental, cognitiva y estética que pudiera dar sentido a un futuro esperado.
Pudiera decirse que el hecho histórico lo explica situándolo en el contexto de su ocurrencia, pero también resalta características exclusivas como generales. Si bien no se desprende de la cronología cristiana impuesta por Occidente, ésta la utiliza como un recurso de contrastación didáctica para comparar la explicación de dos percepciones cronológicas. En fin, se puede decir mucho desde el ángulo de la crítica formal y rigurosa de la historiografía clásica. Sin embargo, desde mi óptica, todo ello resulta superfluo cuando vemos la relevancia e importancia sustantiva que refleja el esfuerzo por significar el presente multicultural de los pueblos indígenas a partir de la resignificación del pasado chiapaneco. Intento, logro y búsqueda que ha sido construida, en gran parte y desde la información generada y el conocimiento elaborado desde el campo de las ciencias sociales, la experiencia cognitiva y emocional de Jan De Vos y, sobre todo, desde y en la riqueza cultural de los pueblos indígenas. Dotar de una conciencia histórica propia a un pueblo, es devolverle el sentido de su identidad y, por tanto, el sentido de su vivir. ¡Ahí la importancia de esta obra pionera!