Tiempo de pensar… “El hombre mediocre”

José Luis Rangel Martínez | | abril 24, 2012 at 9:46 PM

Tiempo de pensar… “El hombre mediocre”

Por José Luis Rangel Martínez

Si al ver el título de la presente colaboración piensa usted en uno de los libros más reconocidos de José Ingenieros permítame decirle que está en lo correcto. El motivo por el cual se hace alusión a la obra de este conspicuo pensador se debe a que el día 24 de este mes se cumplieron 135 años de su natalicio, y siempre resultará grato rememorar a aquellos personajes cuyas ideas han contribuido a enriquecer la cultura humana.

​Ingenieros, médico con especialidad en psiquiatría, criminólogo, sociólogo, filósofo y ensayista de talla universal, nació en Palermo, Italia, en 1877, gran parte de su vida transcurrió en Argentina. Fue uno de los intelectuales más influyentes de su época, algunos de sus libros más importantes son: La simulación de la locura; Principios de psicología; La sociología argentina; La evolución de las ideas argentinas; entre otros. Falleció en Buenos Aires el 31 de octubre de 1925.

Al leer y releer “El hombre mediocre” emergen cuestiones tales como: ¿Qué es la mediocridad? ¿Qué significado se le ha dado a esta palabra? ¿Qué caracteriza a las personas mediocres? ¿Por qué razón resulta ofensivo calificar a una persona con este término? Las respuestas las ofrece magistralmente el mismo autor a lo largo su libro; sin embargo, es inevitable dejar de consultar el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en donde se menciona que mediocre significa: “De calidad media. De poco mérito, tirando a malo.” Por lo que se infiere que hay hombres que por su actuar cotidiano son considerados mediocres o tienden a la mediocridad, o dicho de otro modo, son considerados personas poco importantes.

El texto en cuestión no tiene desperdicio, es lectura obligada para todos aquellos que desean ser mejores, e invita a los lectores al autoconocimiento y así estar en condiciones de hollar el sendero que los conduzca hacia una vida más plena. Resultaría prolijo pretender analizarlo por completo en unas cuantas líneas, toda vez que el autor, en cada capítulo, en cada párrafo, en cada frase y, aunque parezca exagerado, en cada una de sus palabras, da pauta a reflexiones profundas. En tal virtud sólo habrán de retomarse algunas de las ideas centrales.

Un aspecto digno de mencionar tiene que ver con los ideales. José Ingenieros afirma categóricamente: “Sin ideales sería inconcebible el progreso”. Son los ideales los que nos deben llevar a la acción. Más allá de lo utópico, de lo irrealizable o de la perfección misma, el ser humano tiene el imperativo ético de evolucionar y para ello es menester seguir permanentemente sus ideales. ¿Cómo hubieran podido lograr los franceses, los mexicanos y los sudamericanos mayores espacios de libertad y de justicia sin los ideales de Diderot y Voltaire, sin los de Hidalgo y Morelos, y sin los de Simón Bolívar? Los mediocres carecen de ideales y no alcanzan a comprender a quienes si los tienen.

José Ingenieros define al hombre mediocre como “… una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda el “alma de la especie, el mediocre adquiere el alma de la sociedad”. Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios.”

Si tomamos en consideración la cita anterior quizá podamos relacionarla con muchos de los fenómenos económicos, políticos y sociales que ocurren en la compleja sociedad posmoderna de nuestros días, para tal efecto conviene plantear las siguientes preguntas:

¿Será la mediocridad la que ha provocado que más de 50 millones de compatriotas vivan en condiciones de pobreza?

¿Será la mediocridad la que mantiene la corrupción y la impunidad en México?

¿Será la mediocridad la que hace que muchas personas en este maravilloso país voten por gobiernos ineficaces e ineficientes?

¿Será la mediocridad la que se empeña en mantener una guerra cuyo saldo arroja decenas de miles de muertos, generando un clima de inseguridad y de zozobra en diferentes puntos del país y un elevado costo social y económico?

¿Será la mediocridad la que ha diseñado un sistema electoral sumamente costoso, bajo el cual, generalmente, del total de los sufragios emitidos en los procesos electorales, la mayoría no recaen en quien finalmente resulta electo?

¿Será la mediocridad la causante de que no se generen los empleos que la sociedad y el desarrollo del país demandan?

¿Será la mediocridad la que ha permitido que la educación básica de este país esté sujeta a intereses de grupo?

¿Será la mediocridad la que lentamente ha ido desmantelando instituciones de seguridad social tan importantes como el IMSS y el ISSSTE en perjuicio de sus derechohabientes?

¿Será la mediocridad la que nos lleva a deteriorar cada vez más el ambiente?

¿Será la mediocridad la que permite que las televisoras nos mantengan enajenados e influyan de manera importante en nuestro comportamiento cotidiano?

¿Será la mediocridad la causante de un consumismo estúpido que únicamente reduce nuestros ingresos y compromete nuestro patrimonio?

¿Será que tiene razón Carlos Fuentes al decirle a la periodista Carmen Aristegui que en este proceso electoral y ante los grandes desafíos del país los mexicanos estamos frente a candidaturas mediocres?
La lista de preguntas puede ser mucho más extensa, pero por lo pronto estas son suficientes como para darnos cuenta de que el cambio verdadero en este país es urgente. Las respuestas, amable lector, las tiene usted; sin embargo, no está de más sugerir que la gran transformación debe comenzar por cada uno de nosotros, para que de ese modo iniciemos nuestra propia transición hacia el hombre superior del que también habla José Ingenieros.

Concluyo parafraseando a Catón: Que conste que no estoy criticando, estoy preguntando. Es cuanto…


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