Otro que se le va a Calderón

DE IDA Y VUELTA

Por Atticuss Licona

Otro que se le va a Calderón

Antes esta esforzada columna la leíamos solamente mi madre y yo, y creo que uno que otro sinquehacer que quería saber cómo devenía la vida de mi hija Gloria y del Paquito -niño de reciente adquisición nacido en el Seguro Social y que me entregaron con una bandita en la muñeca donde decía que era mío, y que aunque está bonito todavía no me llega-. Ese tipo de expresiones no crea que las digo por falta de modestia, si perdiera los cien gramos que me sobran créame que diría frases célebres como la que dijo el filósofo portugués Cristiano Ronaldo: “porque soy rico, porque soy guapo y porque soy un gran jugador… las personas tienen envidia de mi, no veo otra explicación”. Aún así y sabiendo que somos pocos los que mantenemos con alfileres la publicación de esta columna la señora madre de éste su Lobo Estepario creo que ya ni me lee.

Antes nos juntábamos periódicamente y me contaba lo poquito que le había gustado y me leía las planas enteras de lo que no le había gustado de la columna. Eso era antes. La última vez que la vi se me quedó viendo con ojos enfurruñados, ojos como de perro malo, pero no sólo malo, con ojos rencorosos, y me dijo muy severamente que ya estaba bueno, que ya dejara de embarrar a mi hija, mi hijo y mi familia en mis enjuagues, que mejor me pusiera a escribir de otras cosas como la rebelión Siria o la reelección de Obama, o la recesión Griega o el desempleo español. Sus palabras podrían no haber hecho mella en cualquier otra persona… pero caray, es mi madre, y a una madre se le respeta.

Quise hacerle caso a su diatriba, a sus injuriosos comentarios que machacaron mi espíritu otrora indómito, pero luego me quedé pensando que no puedo, ni debo, olvidarme de los que me rodean, finalmente tal vez si no tuviera hijos tendría una casa más limpia, más dinero en la cartera o una oficina llena de artículos de primerísima novedad… pero tendría el corazón vacío. Y ahí sí que no, que me perdone.

Yo no envidio mucho a Ronaldo, si acaso le envidio lo rico porque en galanura y en buen jugador nos damos un tiro. Tal vez ni eso tendría que envidiarle, porque la envidia no es buena, tengo vida y una familia que me ama más de lo que me merezco, sobre todo sabiendo lo ácido que puedo llegar a ser. Tener vida ya es una gran ventaja pues eso hay veces que ni con todo el dinero o influencias la compras. En mi familia hemos sufrido pocas pero sensibles pérdidas, somos una familia digamos “nueva”, en la que la mayoría de los abuelos siguen deambulando y con vitalidad, y casi todos los tíos y los primos y los sobrinos, nietos y hasta bisnietos ahí andamos dando lata. Un tío se nos fue hace unos años, un tipazo morenito que era la pura alegría y que por encima de sus errores y defectos sobresalían su don de gentes, su generosidad y risa fácil. Se lo llevó el cáncer. Vivió sus últimos días de una forma muy sufrida, como tal vez no debería morir nadie, sufriendo y haciendo sufrir a quienes lo rodean. Esa maldita enfermedad se lleva diariamente a muchísima gente, y no respeta edad, credo ni situación social.

A Alonso Lujambio, ex Secretario de Educación y Senador de la República, también se lo llevó el cáncer a los 50 años de edad, en la plenitud de su carrera política, un gran hombre y mexicano que irradiaba fuerza y con una personalidad arrebatadora. Lo vi en persona en una ocasión que vino a Veracruz a inaugurar obras en escuelas. Las mujeres se derretían en las sillas y los niños sonreían al compás de su voz. México ha perdido a un gran hombre, poseedor de una trayectoria destacable en lo académico y el sector público, gracias al cual la educación mexicana creció en calidad. Pobre Calderón, perdió en su sexenio a grandes amigos y México a grandes políticos. Lo imagino ya como a Porfirio Díaz que tuvo como castigo no sólo morir lejos de su amado México y su añorada Oaxaca, sino, sobre todo, el ver cómo morían uno a uno sus mejores amigos y sus mejores colaboradores.

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