¿Crisis y resurrección en el Vaticano?

Jorge E. Lara de la Fraga | | febrero 21, 2013 at 11:31 AM

ESPACIO CIUDADANO

¿Crisis y resurrección en el Vaticano?

Por: Jorge E. Lara de la Fraga.

“La gente se aleja del rebaño, porque ve que la institución está en desorden, en debacle espiritual…”

​A casi 8 años de ejercer el pontificado, de abril de 2005 a febrero de 2013, el Papa Benedicto XVI renuncia voluntariamente a su suprema encomienda. Tuvieron que pasar un poco más de 7 siglos para que se repitiera un hecho de tal índole, pues allá por 1294 el Papa Celestino V se margina de la “responsabilidad petrina” por razones de salud y de humildad. En el caso del obispo Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), cercano a los 86 años de existencia, se expresa por los medios de comunicación masiva que los móviles de su determinación fueron su avanzada edad, sus achaques físicos y la disminución palpable de sus energías corporales. En una parte de sus declaraciones, enfatiza lo siguiente: “… en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro es necesario también el vigor tanto de cuerpo como de espíritu…”.
​Algunos analistas y conocedores de la realidad del Vaticano, así como de las circunstancias anómalas en que se debate la Iglesia Católica y Apostólica, se han atrevido a expresar que el pontífice alemán abdica por motivos políticos y por presiones de grupos de interés asentados en el mismo Vaticano. Que si bien su salud está quebrantada, persisten además obstáculos poderosos para que el sucesor de Pedro cumpla debidamente su cometido cristiano. Algunos de esos expertos vislumbran en la renuncia de Ratzinger ciertos rasgos o pautas a considerar: Tal defección es un testimonio de libertad espiritual, es un ejemplo de honestidad y responsabilidad, es una implícita crítica a una Iglesia conservadora; es además, un compromiso para que la comunidad religiosa se atreva a efectuar los cambios necesarios y definitivamente es la constatación de un líder endeble que ha luchado en inferioridad contra poderosos adversarios internos.
​Si bien el Papa Benedicto XVI no tiene el carisma de su antecesor y gozaba de cierta fama negativa por sus actitudes conservadoras, sus seguidores aseveran que su Pontificado se distinguió por el deseo de hacer limpieza y de eliminar ciertos vicios de la misma Iglesia, lo cual le concitó divergencias con ciertos sectores retardatarios. Abogó por la transparencia en el manejo de recursos, así como afrontó con decisión los escándalos de los abusos sexuales propiciados por miembros del clero, sin dejar en el olvido el penoso robo y filtración de documentos reservados del departamento papal. Al respecto, no se puede tapar al sol con un dedo y prueba de ello es que la revista italiana “Panorama” ha publicado notas y reportajes donde hace énfasis de una fuerte resistencia de la Curia romana con respecto a las medidas de transparencia requeridas por el Papa todavía en funciones. Hace poco un rotativo europeo publicaba centralmente: “Extendida oposición de los jerarcas religiosos al cambio y muchos obstáculos a las acciones pedidas por Benedicto XVI para promover la transparencia….”
​Por lo que se ve, “el horno no está para bollos” o más bien está muy caldeado el asunto y ante el advenimiento de un nuevo Pontífice todo hace suponer que el cónclave que se avecina será harto significativo. Urge el entronizamiento de un buen líder religioso, de un guía sensible que se vincule a su rebaño con acciones sinceras y con propuestas trascendentes, donde se privilegie el diálogo entre los seres humanos y donde la fraternidad impere ante las barreras económicas o ideológicas. Habrá que rescatar mucho de lo que representó el Concilio Vaticano II en esa década de los sesenta del siglo XX y los jerarcas del Vaticano tendrán que entender que la renovación del catolicismo es una necesidad impostergable. Espero que el ejemplo de Juan XXIII sea el faro que ilumine al nuevo pastor de almas; ese nuevo Papa deberá ser valiente y reconocer que la magna institución bajo su responsabilidad amerita modernizarse; que bajo su directriz una agenda complicada tendrá que abordarse y que su mandato lo impulsa moralmente a una reestructuración acorde con el siglo XXI.
La Iglesia, en ese contexto, se significará por ser democrática, por darle voz a la feligresía, por favorecer políticas en contra de la pobreza, por apoyar a los ministros de avanzada, por salvaguardar la dignidad humana, sin omitir para nada tópicos claves como el celibato, el rol de las mujeres en el terreno litúrgico, el aborto, el abuso clerical y las cuestiones relativas al sexo. ¡Ahora o nunca; renovarse o acostumbrarse a seguir perdiendo ovejas en la viña del Señor!
JELF/halt

Atentamente

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.


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